jueves, mayo 03, 2007

Es la primera vez en muchos días que vuelvo a tener un lápiz en mis manos. Me pregunto, mientras lo observo como a un objeto extraño, en que lugar de mi mente se esconde la escritura. Y si se camuflan tras ella todas las personas y lugares que ahora acuden a mi memoria mientras trato de esbozar algunas líneas coherentes. Pero tengo que respirar toda esa contaminación hasta llegar a ti. Tú que habitas justo en el medio de todos ellos, ahogada en los simulacros del día. Pero por más que lo intento, no consigo alcanzarte. He visto a D. esta semana, varias veces, tal vez por eso estoy aquí, sentado en esta mesa frente a una hoja cada vez menos en blanco. Él no me ha visto, siempre me lo encontraba de espaldas, caminando entre la multitud. Lo he seguido en algunas ocasiones, le he perdido la pista en todas ellas. Paseaba, se detenía frente al escaparate de algunas tiendas, entraba en otras. Siempre sin comprar nada. Parecía desorientado pero descubrí, al cabo de unos días, que sus paseos eran metódicamente circulares, que andaba sin rumbo fijo. Descubrí, que como la escritura, nunca me conduciría hasta ti.