jueves, enero 18, 2007

El teléfono irrumpe en mitad del sueño. Escucho tu voz al otro lado mientras trato de reconocer las sombras de la habitación. Apenas puedo oírte susurrando o entender tus palabras y despierta en mi cabeza la sensación de que te has equivocado de número, de que aunque sepas mi nombre no sabes quién soy. Busco en la oscuridad una salida pero no la encuentro, trato de escuchar de nuevo tu voz donde sólo queda silencio. Cuelgo el auricular. Cierro los ojos. Estaré siempre en movimiento, es la única manera de desaparecer. Sin moverme de la cama, en un viaje interior dónde las postales que te envíe serán viejas cartas que tú escribiste e imágenes gastadas grabadas en mi retina. Cierro los ojos. Echo a andar. Te encuentro sentada en las sombras sonriendo, brillando en lo alto del cielo, junto al sol, al final de una carretera que no termina.